Dadfluencers, los influencers más entregados a su audiencia.


Hace unos años, el mundo de los influencers era pequeñito, sus perfiles eran conocidos por todos los que trabajamos en marketing digital. Todos tenían su blog o colaboraban con alguno y se les podía ver en los diferentes saraos del sector, repartiendo sonrisas y comunicando su experiencia a través de charlas o mesas redondas. Ahora no. Ese pequeño mundo se ha convertido en un inmenso Júpiter: el auge de las redes sociales ha hecho que personas totalmente desconocidas se conviertan en auténticas celebridades en internet, con cientos de miles de seguidores a sus espaldas. Personas a las que ni siquiera les ponemos cara y sin embargo valoramos su opinión. Ahora los influencers son legión, ya no sólo tienen blogs, tienes que buscarlos ente las fotos de Instagram, los 140 caracteres de Twitter y los gifs de Tumblr. Identificarlos y estudiarlos es un trabajo diario.

Pues bien papás del mundo, TODOS NOSOTROS SOMOS INFLUENCERS. Y si no que le pregunten a nuestros hijos. Cumplimos cada una de las condiciones básicas de un influencer, es más, somos la esencia pura de la influencia, los adalides de la interacción, la punta de lanza de la prescripición… Y quién lo ponga en duda es que no tiene ni idea de Dadmarketing. Tal vez los no letrados en la materia necesiten que lo expliquemos mejor, vamos a ver, todo buen influencer cumple los siguientes requisitos,

– Alto rango de interactividad con su audiencia. Nosotros los padres, interactuamos continuamente con la nuestra, recibimos su feedback, lo valoramos e interpretamos. Este último punto es muy importante, somos expertos interpretando los mensajes de nuestra audiencia y podemos obtener el significado real de respuestas aparentemente absurdas que están repletas de contenido de valor.

– Capacidad para generar prescripción a través de su opinión. Nuestra opinión es importantísima, sobre todo en los primeros años de vida de nuestra audiencia. Para nuestros hijos somos un referente en cualquier materia y valoran nuestra opinión por encima de todas, es más, en muchos casos la suelen sobrevalorar.

– Alto nivel de conocimiento en temas sobre los que dialoga activamente. El dialogo activo es nuestro fuerte,  tal vez no seamos expertos en la realeza y el tema princesas se nos escape, pero somos grandes conversadores y puede que no nos fascine el mundo té, pero si hay que fingir que nos estamos tomando uno delicioso, podríamos llevarnos el Oscar a la mejor interpretación. Si hablamos del tema deporte es otra cosa, aquí no hay nadie en el mundo que sepa más que nosotros,  olvidaos de Mourinho, Samaranch o McEnroe, principiantes a nuestro lado. Y en el atletismo de fuerza, somos auténticas estrellas, los más fuertes del mundo, invencibles e inexpugnables, venceríamos a cualquier otro papá que osase enfrentarse a nosotros, cosa que nunca ocurre, afortunadamente para nuestro ego y el de nuestra audiencia.

– Una audiencia relevante. Relevante, me rio yo de la audiencia relevante, puede que cuantitativamente hablando no tengamos una legión de seguidores, pero cada uno de nosotros tenemos LA AUDIENCIA MÁS IMPORTANTE DEL MUNDO, nuestros hijos.

Sólo hay un tema que debemos matizar, un duro golpe en la vida de todo dadfluencer, el momento en el que nuestra audiencia más fiel se convierte en el ojo más crítico, en nuestra némesis, en el troll que todo influencer debe tener, ese momento para el que nunca se está suficientemente preparado: la adolescencia de nuestros vástagos. Pero bueno, ese es otro tema, ese es otro post.

 

 

 

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