Y esto es lo que pasa cuando le pides a tu pareja que te describa como padre…

@Rahulk:

«María, ¿Puedes escribirme unas líneas de cómo me ves como padre?»  Esta fue la tarea que me encomendó mi marido. «¿Seguro? Creo que te estás metiendo en la boca del lobo…»

Lo primero que se me pasa por la cabeza es: te pasas el día trabajando, llegas tarde a casa, los niños ya duermen, tus mil hobbies aún te roban más tiempo, empezando por este blog, una nueva andadura  que lo único que me provoca de primeras es rechazo y pensar…MENOS TIEMPO AÚN. Pero entonces pienso ¿tú como padre? ¿y quién soy yo para opinar sobre esto? Esto les corresponde a mis hijos, a NUESTROS hijos, 3 para ser exactos, Yago, Mara y Mario. Decidí entonces observarlos atentamente durante toda la semana, cómo se les ilumina la mirada cuando ven a su padre, cómo se ríen con cualquier cosa que hace, esa admiración con cada explicación, incluso cómo lo dibujan, grande y fuerte… estoy segura de que tienen la sensación de que nada les puede pasar cuando “papito” está con ellos. En resumen, lo que para mí podría ser un “bien” para mis hijos es una matrícula de honor Cum Laudem. Sin duda, no hay mejor padre para mis hijos y al final, es con lo que me quedo.

@Manzanoid:

Creo que cuando le dije que estaba embarazada, su cerebro debió de desconectar de su cabeza, y digo que debió, porque se lo dije por teléfono y no le vi la cara. Pobre, él que iba todo contento a alguna parte con sus cascos puestos pensando váyase usted a saber qué y libre de preocupaciones. Creo que salía del metro, y digo creo porque tuve que pedir un teléfono a una paciente en la consulta del médico porque yo me había quedado sin batería para darle la feliz noticia!. Imagínate!! qué te llama tú novia, con la cual te has peleado y que además se supone que tiene problemas para quedarse embarazada y te dice que vas a tener un hijo, y todo eso sin comerlo ni beberlo. Siete meses y medio después (casi ocho) de continuas visitas a urgencias a las que él me acompañó religiosamente, su cerebro y su cabeza parecían haber vuelto a conectar, sin embargo creo que ninguno de los dos estábamos muy seguros de lo que se nos venía encima. Había noches que me lo encontraba dormido en la butaca mientras Martina, se tomaba el biberón no sé muy bien como pues él lo debía estar sujetando medio en sueños, pero el caso es que se lo tomaba. Y cambiaba y cambia pañales, juegan juntos a hacerse cosquillas, al pilla-pilla, a ser un papá león o un papá pingüino, dependiendo del humor de Martina en ese momento… ¡y también va al trabajo!. Todos los días, religiosamente, se levanta para ir a trabajar después de haber desayunado con nosotras. A veces pienso que tengo suerte, pues no sé si todos los padres hacen eso, pero también a veces le quiero matar. Se le olvida la leche de Martina, las medicinas, nunca puede ir al médico o sólo a veces, no quedan huevos en la nevera ni para una mísera tortilla….y cuando estoy a punto de chillar, llego a casa y resulta que la niña ya está bañada y nos está haciendo la cena!.

Debe ser duro ser padre, lo digo porque soy madre y también es duro, pero imagino que es más duro aún cuando ni siquiera has llevado a ese bebé dentro durante unos cuantos meses y de repente te aparece como por arte de magia una cosa pequeña que chilla, patalea, demanda toda la atención y parece casi que te ha robado a tú chica. Pero aquí seguimos, y aunque esa cosa que chillaba, es ahora una pequeña personita que hoy por hoy chilla aún más fuerte, tengo que decir, que a pesar de que pueda sonar una frase hecha y algo cursi, no podría desear un mejor padre para mi hija.

 

Aunque parezca mentira, ninguna de las dos fue coaccionada al redactar este texto. Quizás después de todo, no lo hacemos tan mal.